Hace
mucho tiempo en el origen del Universo había dos dioses la diosa Gea (la Tierra ) y el dios Urano (el
Cielo). Ellos tuvieron muchos hijos a cada cual más horrible:
-
tres
con cien brazos y cien manos cada uno
-
Doce
Titanes. Seres descomunales y sin medida
Entre
esos Titanes había uno que se llamaba Cronos y otro que se llamaba Japeto.
Japeto
tuvo un hijo llamado Atlas.
Cronos
era un titán muy cruel. Una profecía le había dicho que sus hijos serían más
poderosos que él y le destronarían. Para que eso no se cumpliera ideó un plan:
a medida que iban naciendo los niños se
los iba comiendo.
Así que Rea, su esposa, muy afligida cuando
nació su último hijo, Zeus, en lugar de entregarle al niño, le engañó: le
entregó una piedra envuelta en una mantita y Cronos se lo tragó enterito como
había hecho con todos los demás hijos.
Cuando
Zeus creció, su madre Rea y él, lo
volvieron a engañar, le dieron a beber una copa envenenada. Cronos nada más
beberla vomitó a todos los hijos que se había comido y salieron enteros tal y
como se los había tragado.
Poseidón
y Hades en cuanto se vieron libres, buscaron venganza contra su padre Cronos
por habérselos comido. Zeus, Hades y Poseidón organizaron una guerra contra su
padre.
Los Titanes se pusieron de parte de Cronos. El jefe del ejército de los
Titanes fue Atlas.
Como los titanes eran tan poderosos Zeus, Hades y Poseidón
tuvieron que pedir ayuda a los Cíclopes.
La guerra fue tremenda.
En agradecimiento les hicieron un regalo:
A Zeus le regalaron el rayo, arma que le convertiría en el señor de las tormentas.
A Hades un casco que tenía el poder mágico de hacerlo invisible.
A Poseidón un tridente, que después sería el símbolo de su poder.
Con estas tres armas Zeus, Hades y Poseidón derrotaron a Cronos. Hades se puso su casco mágico y al volverse invisible le quitó las armas a Cronos, Poseidón lo amenazó con el tridente y Zeus le lanzó un rayo que casi lo mata.
Los
Cíclopes derrotaron a los Titanes y los arrojaron a los profundos abismos del
Tártaro para sufrir las penas eternas.
Atlas, que había dirigido al ejército de los Titanes,fue desterrado al occidente extremo del mundo conocido, an el noroeste de África, y condenado a llevar eternamente sobre sus hombros la bóveda celeste, cargando el peso de los cielos sobre sus hombros.A pesar de su descomunal fuerza, lanzaba enormes gemidos de dolor
En cierta ocasión Hércules que se encontraba
realizando uno de sus doce trabajos llegó hasta el lugar donde Atlas se hallaba
cumpliendo su castigo y le dijo:
—Estimadísimo Atlas, ¡qué gran peso sostienes sobre
tu espalda! Apenado me hallo por ti. Yo mientras tanto ando por aquí, de un
lado para otro, de aventura en aventura. En estos momentos me dirigía al jardín de las bellas
Hespérides, a coger unas cuantas manzanas de oro. Pero, como es tanta mi
lástima por ti, he pensado que si tú lo hicieras por mí, yo sostendría el
cielo en tu lugar y tú podrías descansar un rato.
—Razón tienes, respondió Atlas, pues muy cansado me
encuentro y te agradezco mucho esta idea que se te ha ocurrido. Ea pues,
sujeta ahora mi peso que yo, veloz, cogeré
para ti las manzanas de oro que has venido a buscar.
El
gigante, arranca las manzanas y se las lleva a Hércules.
En el camino de vuelta, Atlas empieza a pensar en lo bien que estaba así sin tener que llevar esa pesada carga.
En el camino de vuelta, Atlas empieza a pensar en lo bien que estaba así sin tener que llevar esa pesada carga.
—Oh Hércules,. ¡Qué magnífica imagen la tuya!
Naciste, no me cabe duda, para este cometido.
Aquí te dejaré pues, sosteniendo la bóveda celeste para mayor gloria de tu padre, el gran Zeus, y, para que los artistas de futuras épocas te inmortalicen en tan esforzada postura.
Aquí te dejaré pues, sosteniendo la bóveda celeste para mayor gloria de tu padre, el gran Zeus, y, para que los artistas de futuras épocas te inmortalicen en tan esforzada postura.
—¡Qué bien!, hijo de Japeto, porque precisamente lo que estoy buscando es la inmortalidad . Contento me quedo en mi noble cometido; tú, ahora disfruta de tu libertad, pues es Hércules en persona quien te libera del
castigo de Zeus. Pero, ¡aguarda!, sosténme durante unos instantes el la bóveda celeste,
que, voy a ponerme un almohadón en el
espinazo ya que mi espalda no es tan fuerte como la tuya.
Atlas, cayó en el engaño. En cuanto Hércules se vió libre, recogió las manzanas y, despidiéndose se marchó corriendo, dejándole como estaba.
A esa enorme montaña se la llamó cordillera del Atlas, y ,como todo el mundo sabe, la cordillera del Atlas está en África y es altísima.
FIN
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